martes, 13 de marzo de 2018

Salta: La lucha de una mamá para lograr la escolarización de su hijo con autismo.


El estado le cerró la puerta, la escuela también. “Las instituciones no entienden que la integración no es una cuestión de voluntarismo”, contó a InformateSalta.
Florencia es mamá de Agustín, a los tres años notó que dejó de hablar y comenzó a realizar movimientos repetitivos, los médicos después de varias consultas lo diagnosticaron con autismo. Allí comenzó un camino de luchas y aprendizajes que hoy llevan el nombre de escolaridad. Algo que parecía imposible cuando la familia sintió el golpe de cada puerta que les cerraron.

Agus tiene seis años y en el 2017 vivió su experiencia en el jardín dentro de una escuela pública, el resultado no fue el esperado, faltó lo que realmente necesita, integración. En diálogo con InformateSalta su mamá contó la triste experiencia que saca a relucir las carencias que hoy deben afrontar los padres de chicos con esa discapacidad.

“Mi hijo el año pasado estuvo en una escuela pública, trabajamos con el dispositivo de autismo del Ministerio de Educación y la experiencia fue mala. Cuando tuvimos el diagnóstico nos entregaron el certificado de discapacidad, nuestra obra social siempre nos brindó todo el equipo terapéutico que necesita. La escuela hoy es todo un desafío”, relató.
La escuela Peletier fue quien lo admitió, “comenzó con una jornada reducida por sus características, para hacer su adaptación y que en algún momento cumpla con el horario completo. Iba con su maestra integradora y desde allí comenzaron los problemas. La señorita de grado no se llevaba bien con ella  y pidió que la cambiemos”, contó.
A esa dificultad se sumó el hecho de que Agus no desarrolló el lenguaje oral, es decir no habla y aún tiene problemas para ir solo al baño, “justamente por eso ingresó con el apoyo del dispositivo de autismo”, lo cierto es que al parecer la docente no pudo adaptarse a esas situaciones y comenzó a hostigar a los padres para que logren que en un tiempo récord deje el pañal.
“Los papás con hijos con autismo en algún momento nos damos cuenta que ellos necesitan sus propios tiempos, los adultos estamos acostumbrados a que los chicos tengan expectativas que tienen la mayoría y ellos son diferentes tienen otras características. Eso nunca se respetó en la escuela”, dijo.
Comenzaron a perseguirme diciendo que necesitaban que Agustín sí o sí deje el pañal. Fue un hostigamiento donde me llegaron a hacer firmar un acta diciendo que a partir de septiembre tenía que ir sin pañal y nos culpaban de que no lo haya dejado”, añadió. Con tal de que pueda seguir aprendiendo y socializando la firmó.
Llegó septiembre sin pañal y como era de esperarse hubo situaciones  donde no pudo contener la pipí y se hizo encima. Ante eso la llamaban para que vaya a cambiarlo “no sé si él identificaba esa situación pero sus compañeros sí. Fue todo muy violento”.
Con el papá de Agus tuvimos que aguantar muchas cosas esperando que nuestro hijo pueda terminar el año escolar, para nosotros era muy importante que tenga una escolarización en una escuela regular y pública”, pero los reclamos siguieron hasta el punto de sentir que los amenazaban con no inscribirlo para el año siguiente.
A fin de año tuvieron una reunión donde se valoró su desempeño. “Pusieron en duda que pueda cursar el primer grado ahí porque al director de primaria no le gustaba recibir alumnos especiales. Ellos y el sistema no entienden que la  integración escolar no es un tema de voluntarismo, no es si quieren o tienen ganas de hacerlo, tiene que ver con un derecho y está en las leyes”, reclamó.
Peregrinación por la búsqueda de una escuela
Tras cerrarles una puerta con todos los protocolos de por medio, comenzó un largo peregrinaje de casi cuatro meses. Todas las escuelas públicas les dijeron que no y en las privadas quedó en lista de espera. Investigando decidieron buscar una institución que trabaje la integración y con el sistema waldorf, pero la lucha era muy cuesta arriba.
Apareció la escuela Tawa, en la zona norte, fueron a la entrevista y si bien es privada y significa un enorme sacrificio económica les abrieron los brazos, el sueño volvió a cobrar vida, pero aun así les dejó un sabor amargo: “Entendí que hay muchos padres que no tienen la posibilidad de afrontar un gasto de ese tipo, en el interior la situación es mucho peor, hay una enorme carencia del estado y por si fuera poco desde el dispositivo de autismo nunca más volvieron a llamarlos para saber si encontraron una solución”.
Fuente: informatesalta.com.ar

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