Esta semana, un nuevo caso de discriminación se visibilizó rápidamente cuando Gina, la mamá de un chico de seis años con autismo y discapacidad cognitiva motora del 85%, subió a las redes un polémico mensaje que recibió por WhatsApp de otra madre del colegio al que asiste su hijo. En los mensajes, la madre le pedía a Gina que cambie al nene de colegio por "ser discapacitado" y "retrasar" al resto de los chicos "sanos".
El año pasado, un caso similar tuvo resonancia pública cuando un grupo de madres festejó, también por Whatsapp, la expulsión de un niño con Síndrome de Asperger de la clase donde estudiaban sus hijos.
La experiencia de Alejo, un chico de 12 años con discapacidad, y el vínculo que tiene con sus compañeros de 5to grado en una escuela común, nos ofrece la contracara de aquellos lamentables casos. Los mensajes de Whatsapp que se enviaron hoy los papás de los chicos que comparten la clase con Alejo, ponen de manifiesto lo positiva que resulta la experiencia de la educación inclusiva. Entre otras, se pueden leer frases como "es conmovedora la relación de Alejo con sus compañeros" y "aprendizaje para todos".
"Alejo tiene autismo, un daño cerebral de nacimiento y no puede expresarse verbalmente. Además tiene una hemiparesia izquierda producto de ese daño", cuenta su mamá, Adriana. Desde primer grado asiste a la Escuela N° 14 "Dr. Luis Agote" en Chacarita, CABA, donde comparte el aula con otros chicos sin discapacidad.
Los padres de sus compañeros de clase expresan permanentemente lo beneficioso que resulta para todos la presencia de Alejo en el aula. "Lo que se genera con la inclusión es hermoso. Todos aprendemos: los chicos, maestros y familias. Los primeros crecen aprendiendo a respetar los tiempos del otro, a cultivar la paciencia, escuchar al resto y ponerse en su lugar", opina Adriana.
Los compañeros de Alejo están pendientes de ayudarlo y apoyarlo en todo lo que necesita, y frecuentemente tienen gestos que a su mamá la conmueven: desde grabarle la música que al chico le gusta, llevarle sus libros preferidos o cantarle una canción para que se anime a entrar a un cumpleaños.
Una de las anécdotas que más emociona a Adriana es lo que sucedió el año pasado cuando Alejo y sus compañeros tuvieron que prometer la bandera. "Como Alejo no puede hablar, los papás junto con la cooperadora nos juntamos para hacer carteles que decían sí, prometo. Después, los chicos se encargaron de pintarlos y cada uno tomó uno. En el momento de la promesa, todos levantaron el cartel junto a Alejo", recuerda la mujer.
Para Adriana, el aprendizaje que estas experiencias generan en los chicos y en toda la comunidad es enorme. "Se forman como personas empáticas y solidarias. Eso sin duda redunda en una mejor sociedad", reflexiona.
Gabriela Santuccione, coordinadora de Grupo Artículo24, una coalición de más de 150 organizaciones en todo el país que trabaja por el derecho a la educación de todas las personas con discapacidad, asegura que "la sociedad es diversa y la escuela no puede ser algo aislado de esa diversidad". Y agrega: "Convivir en la escuela fomenta la cooperación y nos hace realistas y optimistas a la vez: todos somos diferentes y necesitamos apoyos, tal vez algunos más que otros, pero todos podemos crecer, aprender y vivir juntos".
Según la especialista, habitualmente el rechazo hacia la inclusión de un niño con discapacidad en la escuela común tiene que ver con un desconocimiento que puede derivar en el miedo a lo desconocido y una consecuente actitud de rechazo. "La educación inclusiva permite conocernos y perder miedos mutuos. Al interactuar, los niños y sus familias pueden abrirse a la diversidad con otra mirada y cambiar la perspectiva", explica Jimena Noziglia, directora de la organización social Amparar. "Los adultos que hoy somos padres no hemos sido educados en la diversidad, ya que el ingreso de los chicos con discapacidad al aula común es un proceso reciente, que no tiene más de diez años. Por eso, es necesario un cambio de cultura, de políticas y de prácticas".
Según varios miembros del Grupo Art. 24, la educación inclusiva ayuda incluso a cambiar la perspectiva al interior de la familia. Aseguran que se aprende a respetar a los compañeros con y sin discapacidad y este respeto se propaga después a sus hogares.
"Los niños que crecen en entornos inclusivos descubren que todos somos diferentes, con fortalezas y debilidades, y tienen menos nivel de frustración ante las dificultades que se les presentan", describe Noziglia.
Para los docentes, la educación inclusiva es un potenciador: descubrir caminos de aprendizajes, aplicar nuevas estrategias que benefician a todos, guiar en la construcción de ciudadanos más empáticos y amables.
Fuente: La Nacion
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