Inquieta y perseverante, Vanesa Barán diseñó una app que traduce la palabra escrita al lenguaje de señas y busca mejorar la comunicación entre oyentes y discapacitados auditivos. Te presentamos a esta luchadora con un desafío ambicioso: "Espero que mi idea ayude a enlazar mundos"
De retos y desafíos, de concretar lo imaginado, aunque roce lo imposible; Vanesa Barán (25) es una de esas chicas que a su edad viene practicando la fórmula de la autosuperación y ganando la partida con creces.
Nació con sordera profunda, pero lejos de autocompadecerse de sí misma, mantiene la vara alta. Bien arriba. Aprendió a hablar recién a los cinco años (cuando pudo escuchar, tras un implante coclear) y fue subiendo peldaños a su tiempo.
Fue abanderada en la escuela, se lució en torneos de ajedrez, burako y sudoku, armó todos los cubos mágicos que tuvo cerca –tiene de todos los tamaños y distintas dificultades– y el año pasado se recibió de analista de sistemas (en Escuela Da Vinci) con una idea que descolló: una app que traduce el español al lenguaje de señas argentino (cada país tiene el suyo, no son universales). A través de un avatar pasa a la palabra escrita primero, y a la seña correspondiente después. Puede recibir palabras o frases por escrito o en audio.
El invento está en pleno desarrollo: no sólo le valió el 10 del jurado que evaluó su tesis, sino que su propuesta fue elegida entre las más de 3.000 que integraron la última edición del concurso #VosLoHacés, que organiza el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Por estos días, en paralelo a su trabajo de 8 horas diarias como maquetadora web, se ocupa de su proyecto junto a un equipo de ingenieros, especialistas en administración de sistemas y diseñadores 3D.
El plan es que antes de fin de año, cualquier usuario pueda descargarla en su teléfono celular Android o iPod. La aplicación –LSApp– podrá ser usada también como diccionario virtual en línea (de gran utilidad en colegios o cursos), tendrá una sección de juegos para favorecer el aprendizaje de LSA y consejos para que el mundo oyente pueda comprender los problemas de la comunidad sorda.
"Lo que estoy viviendo desde que me animé a participar de ese concurso, cuando a mí me daba pánico hablar en público, es una demostración más de que todo se puede si una se esfuerza. Me repito eso todos los días. Parece una frase hecha, pero todo es posible si lo intentamos", comparte Vanesa en su primera entrevista con un medio, desde el departamento del barrio de Belgrano en el que vive con sus padres (Esther, diseñadora gráfica, y Pascual, médico y pediatra del Hospital Italiano) y sus hermanos, Ariel y Melissa, de 18 y 13. Su familia y su propio tesón son un puntal en el desarrollo de sus potencialidades.
—¿Terminaste la carrera de analista de sistemas? Debe haber sido complejo…
—Todo lo que emprendo me requiere un doble esfuerzo. Pero mis compañeros me ayudaban mucho con los apuntes o cuando no llegaba con alguna entrega. Me es difícil leer los labios y escribir al mismo tiempo. Nunca tuve intérprete, lo que hacía era sentarme en la primera fila, si no, no entendía nada. Después, siempre tuve buenas notas, también porque me gustaba mucho estudiar y pensar.
—¿Te enojaste alguna vez con la situación?
—Sí, y con mi familia: porque yo era la única sorda. Cuando era chiquita era muy cerrada, me quedaba callada, no decía nada. Tenía mucha vergüenza. Recién después de un proceso personal empecé a sentirme más cómoda conmigo misma. En la secundaria tuve buenos amigos oyentes, y también novios (ahora no tiene, comenta entre risas, "pero no estoy esperando al príncipe azul, prefiero un ingeniero o médico"). Pero en la primaria la pasé muy mal. Hasta que me di cuenta de que tenía que asumirme y demostrar que era sorda. Aceptarse es muy importante para aprender a defenderte.
—¿Sentís que la gente no es comprensiva?
—Muchas veces no. Hay personas muy solidarias y hay otras que no se dan cuenta o no saben cómo ayudar. O tienen miedo de la diferencia, cuando lo que más necesitamos las personas con mi dificultad es paciencia. Hacemos mucho esfuerzo para entender a partir de la repetición. El otro día, en el subte, una señora pidió el asiento cuando subió y empezó a los gritos a decirme de todo porque yo no me paraba. Cuando me di cuenta, le avisé que era sorda y no supo bien qué decir. Y lo entiendo, porque la sordera no se ve, pero también es muy duro para nosotros. Por eso espero que esta idea mía ayude, de algún modo, a enlazar ambos mundos: esa siempre fue mi búsqueda y esta idea la sintetiza.
Textos: Mara Derni (mderni@atlantida.com.ar)
Fuente: Infobae.
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