EL ATAQUE DE PÁNICO: UN MAL QUE AFECTA AL 30% DE LA POBLACIÓN MUNDIAL
Es una dolencia que puede derivar en un trastorno. Los especialistas explican a Infobae cómo reconocerlo
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11 de Septiembre de 2015
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Tres de cada diez personas en todo el mundo sufren ataques de pánico. En Argentina no hay estadísticas oficiales, pero se estima que más de 6 millones tuvieron algún síntoma relacionado y alrededor de un millón sufre concretamente el trastorno. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), responsable de la cifra alarmante, los ataques de pánico son una dolencia comprendida dentro de los trastornos de ansiedad.
"A nivel corporal, el corazón se acelera, las manos transpiran, todo se ve ligeramente más brillante porque se te dilatan las pupilas. Básicamente, los síntomas corporales son los de cualquier mamífero en alerta máxima", explicó la periodista e investigadora Ana Prieto las características iniciales de un ataque de pánico.
¿Un mal moderno?
Los ataques fueron categorizados por la OMS en 1980. Sin embargo, existe un prejuicio de que es un malestar propio de las sociedades modernas, aunque en algunas creencias antiguas ya existían bajo la forma de algún dios.
Para los griegos era Pan, quien ante su mera presencia, producía el Panikón, un terror súbito. Los aztecas creían que Tezcatlipoca, el dios de la incertidumbre, era el responsable de estos episodios. En el Renacimiento, el inglés Robert Burton publica Anatomía de la Melancolía (1621) donde incluía afecciones mentales como depresión, ansiedad y desvaríos.
¿Cuáles son los síntomas?
Según los especialistas, los síntomas físicos son variados y pueden combinarse de diferentes formas. Los más frecuentes son: palpitaciones, sudoración, temblor de manos, piernas flojas, náuseas, molestias abdominales, mareos, dolor de cabeza, opresión en el pecho, sensación de ahogo o falta de aire y sofocación.
Entre los cognitivos se encuentran el miedo a morirse o a que algo terrible esté por suceder; miedo al desmayo y al descontrol, sensación de irrealidad o de extrañeza acerca de lo que pasa o de uno mismo y sensación de estar como en un túnel, como si estuviera obnubilado.
Solange García Bardot, especialista en estrés, ansiedad y emociones, agregó: "Estas crisis son aterradoras, desorganizantes, aunque la sensación de malestar luego de las crisis puede durar días".
"Los ataques de pánico son desregulaciones de ansiedad. El panicoso activa su sistema de alerta del cerebro, que es el que nos prepara para luchar o huir de manera automática en situaciones de riesgo, sin ninguna causa, y eso implica cambios en la neuroquímica del cerebro, en los músculos y emociones", explicó la psicóloga Mirta dall'Occhio, directora del Instituto Sincronía.
Luego de sufrir un ataque de pánico, la periodista Ana Prieto pasó varios meses realizando un trabajo de investigación en la guardia psiquiátrica de un hospital público de Capital, mientras asistía a un grupo de autoayuda en el Conurbano, para conocer de primera mano –más allá de su experiencia personal– a qué tipo de personas afectaba y cuáles eran las razones. De aquellas experiencias y de consultas con especialistas surgió Pánico. Diez minutos con la muerte (editorial Marea).
"Ahora bien, lo peor es la sensación espiritual. Cualquier persona que haya pasado por un ataque de pánico dice que sintió que se iba a morir, que iba a volverse loco, o ambas cosas. Nadie que no haya estado realmente al borde de la muerte sabe cuál es la sensación de morirse, pero los que hemos tenido ataques de pánico estamos seguros de que se siente así", dijo Prieto.
"Y si no sabés que estás pasando por un ataque de pánico, no hay nadie que te convenza de que no estás muriéndote; nadie que te convenza de que se trata de una condición psicológica pasajera que no puede durar mucho más de diez minutos. Nadie. Por eso cada persona que pasa por un panicazo termina en una guardia médica, convencido de que está al borde del infarto o de un ACV", concluyó.
¿Quiénes lo padecen?
Para García Bardot, del Instituto Sincronía, "existe en general una personalidad previa al pánico. Tienden a ser personas muy responsables, exigentes, que tratan de resolver todo por su propia cuenta, de manera rápida y eficaz. En general, es una persona con un buen desempeño en casi todas las áreas de su vida".
"Son despiertos e inteligentes y es común que hasta el momento del pánico no se hubiese encontrado con limitaciones ni físicas ni emocionales que le impidieran manejarse exitosamente en casi todo".
Según Prieto, no existen "razones comunes" que disparen un ataque: "No hay dos personas iguales, así que no hay dos motivaciones idénticas. Los episodios atraviesan a todas las clases sociales. Ahora bien, sí hay una mayor incidencia en las mujeres y suele aparecer alrededor de los 25 años".
Un mal repleto de mitos
Según Prieto, "el nivel de conocimiento en general es pobre; existen muchísimos mitos, prejuicios y falta de comprensión hacia la gente que sufre ataques de pánico o trastorno de pánico. Suele creerse que la persona que está pasando por esta situación es "cobarde" o tiene "pocas pilas", entre otros juicios. En realidad esto no tiene nada que ver con la cobardía ni con la falta de energía ni con la falta de voluntad. Se trata de una condición psicológica que hay que atender como cualquier otra enfermedad".
"Ahora bien, otro prejuicio extendido es que esta condición solo es posible en las 'grandes ciudades', donde la gente vive apurada, estresada y hacinada, pero no necesariamente es así. Una de mis entrevistadas es una artista que nació, creció y vivió siempre en una pequeña y apacible ciudad del interior. Y sin embargo desarrolló un trastorno de pánico tan grave que terminó encerrada en su casa –sin salir ni a la vereda– durante 5 años".
Del ataque al trastorno
Muchas personas tienen uno o dos episodios de ataques de pánico y luego el malestar desaparece. Pero para otros puede prolongarse hasta convertirse en un trastorno. Esto trae mayores complicaciones, no solo por la asiduidad de los episodios, sino porque estos producen cambios en el comportamiento o un incremento de la ansiedad por temor a nuevos ataques, lo que genera más ataques aún.
"Antes de los ataques, el panicoso, en general, es una persona a la que no le perturba el miedo ni la ansiedad, y aunque haya atravesado situaciones muy duras tiende a resolver y avanzar en su vida", sostuvo García Bardot, "Por estas razones, es muy difícil para este tipo de personalidad asumir que tienen un problema que no pueden resolver ellos mismos, y a su vez se sienten muy avergonzados por la desconcertante vulnerabilidad que los invade".
Así, muchas personas se acercan a los consultorios después de años de intentar resolver el problema por su cuenta, habiendo pasado por situaciones médicas interminables. Esto genera una carga extra de angustia, con una vida muchas veces muy restringida por la evitación, y con una enorme sensación de impotencia y frustración.
"Es preocupante, pero hay muchos pacientes que sufren el trastorno y con el paso del tiempo tienen marcados síntomas depresivos. Pasan de una vida activa y productiva a una vida cada vez más reducida, y limitada. Hacen solo aquello que conocen y les da seguridad, y a veces eso es muy poco", concluyó García Bardot.
"A nivel corporal, el corazón se acelera, las manos transpiran, todo se ve ligeramente más brillante porque se te dilatan las pupilas. Básicamente, los síntomas corporales son los de cualquier mamífero en alerta máxima", explicó la periodista e investigadora Ana Prieto las características iniciales de un ataque de pánico.
¿Un mal moderno?
Los ataques fueron categorizados por la OMS en 1980. Sin embargo, existe un prejuicio de que es un malestar propio de las sociedades modernas, aunque en algunas creencias antiguas ya existían bajo la forma de algún dios.
Para los griegos era Pan, quien ante su mera presencia, producía el Panikón, un terror súbito. Los aztecas creían que Tezcatlipoca, el dios de la incertidumbre, era el responsable de estos episodios. En el Renacimiento, el inglés Robert Burton publica Anatomía de la Melancolía (1621) donde incluía afecciones mentales como depresión, ansiedad y desvaríos.
¿Cuáles son los síntomas?
Según los especialistas, los síntomas físicos son variados y pueden combinarse de diferentes formas. Los más frecuentes son: palpitaciones, sudoración, temblor de manos, piernas flojas, náuseas, molestias abdominales, mareos, dolor de cabeza, opresión en el pecho, sensación de ahogo o falta de aire y sofocación.
Entre los cognitivos se encuentran el miedo a morirse o a que algo terrible esté por suceder; miedo al desmayo y al descontrol, sensación de irrealidad o de extrañeza acerca de lo que pasa o de uno mismo y sensación de estar como en un túnel, como si estuviera obnubilado.
Solange García Bardot, especialista en estrés, ansiedad y emociones, agregó: "Estas crisis son aterradoras, desorganizantes, aunque la sensación de malestar luego de las crisis puede durar días".
"Los ataques de pánico son desregulaciones de ansiedad. El panicoso activa su sistema de alerta del cerebro, que es el que nos prepara para luchar o huir de manera automática en situaciones de riesgo, sin ninguna causa, y eso implica cambios en la neuroquímica del cerebro, en los músculos y emociones", explicó la psicóloga Mirta dall'Occhio, directora del Instituto Sincronía.
Luego de sufrir un ataque de pánico, la periodista Ana Prieto pasó varios meses realizando un trabajo de investigación en la guardia psiquiátrica de un hospital público de Capital, mientras asistía a un grupo de autoayuda en el Conurbano, para conocer de primera mano –más allá de su experiencia personal– a qué tipo de personas afectaba y cuáles eran las razones. De aquellas experiencias y de consultas con especialistas surgió Pánico. Diez minutos con la muerte (editorial Marea).
"Ahora bien, lo peor es la sensación espiritual. Cualquier persona que haya pasado por un ataque de pánico dice que sintió que se iba a morir, que iba a volverse loco, o ambas cosas. Nadie que no haya estado realmente al borde de la muerte sabe cuál es la sensación de morirse, pero los que hemos tenido ataques de pánico estamos seguros de que se siente así", dijo Prieto.
"Y si no sabés que estás pasando por un ataque de pánico, no hay nadie que te convenza de que no estás muriéndote; nadie que te convenza de que se trata de una condición psicológica pasajera que no puede durar mucho más de diez minutos. Nadie. Por eso cada persona que pasa por un panicazo termina en una guardia médica, convencido de que está al borde del infarto o de un ACV", concluyó.
¿Quiénes lo padecen?
Para García Bardot, del Instituto Sincronía, "existe en general una personalidad previa al pánico. Tienden a ser personas muy responsables, exigentes, que tratan de resolver todo por su propia cuenta, de manera rápida y eficaz. En general, es una persona con un buen desempeño en casi todas las áreas de su vida".
"Son despiertos e inteligentes y es común que hasta el momento del pánico no se hubiese encontrado con limitaciones ni físicas ni emocionales que le impidieran manejarse exitosamente en casi todo".
Según Prieto, no existen "razones comunes" que disparen un ataque: "No hay dos personas iguales, así que no hay dos motivaciones idénticas. Los episodios atraviesan a todas las clases sociales. Ahora bien, sí hay una mayor incidencia en las mujeres y suele aparecer alrededor de los 25 años".
Un mal repleto de mitos
Según Prieto, "el nivel de conocimiento en general es pobre; existen muchísimos mitos, prejuicios y falta de comprensión hacia la gente que sufre ataques de pánico o trastorno de pánico. Suele creerse que la persona que está pasando por esta situación es "cobarde" o tiene "pocas pilas", entre otros juicios. En realidad esto no tiene nada que ver con la cobardía ni con la falta de energía ni con la falta de voluntad. Se trata de una condición psicológica que hay que atender como cualquier otra enfermedad".
"Ahora bien, otro prejuicio extendido es que esta condición solo es posible en las 'grandes ciudades', donde la gente vive apurada, estresada y hacinada, pero no necesariamente es así. Una de mis entrevistadas es una artista que nació, creció y vivió siempre en una pequeña y apacible ciudad del interior. Y sin embargo desarrolló un trastorno de pánico tan grave que terminó encerrada en su casa –sin salir ni a la vereda– durante 5 años".
Del ataque al trastorno
Muchas personas tienen uno o dos episodios de ataques de pánico y luego el malestar desaparece. Pero para otros puede prolongarse hasta convertirse en un trastorno. Esto trae mayores complicaciones, no solo por la asiduidad de los episodios, sino porque estos producen cambios en el comportamiento o un incremento de la ansiedad por temor a nuevos ataques, lo que genera más ataques aún.
"Antes de los ataques, el panicoso, en general, es una persona a la que no le perturba el miedo ni la ansiedad, y aunque haya atravesado situaciones muy duras tiende a resolver y avanzar en su vida", sostuvo García Bardot, "Por estas razones, es muy difícil para este tipo de personalidad asumir que tienen un problema que no pueden resolver ellos mismos, y a su vez se sienten muy avergonzados por la desconcertante vulnerabilidad que los invade".
Así, muchas personas se acercan a los consultorios después de años de intentar resolver el problema por su cuenta, habiendo pasado por situaciones médicas interminables. Esto genera una carga extra de angustia, con una vida muchas veces muy restringida por la evitación, y con una enorme sensación de impotencia y frustración.
"Es preocupante, pero hay muchos pacientes que sufren el trastorno y con el paso del tiempo tienen marcados síntomas depresivos. Pasan de una vida activa y productiva a una vida cada vez más reducida, y limitada. Hacen solo aquello que conocen y les da seguridad, y a veces eso es muy poco", concluyó García Bardot.
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