Psicomotricidad: una mirada diferente del desarrollo
Por Lucila Brusasca (*).
El 28 de julio se celebra en nuestro país el día del Psicomotricista. Fecha importante, en tanto apela a un reconocimiento del ejercicio profesional.
Celebración en torno al “Re-conocimiento” ¿De qué? De una disciplina y práctica que data de una historia singular en la que el aporte de diversas teorías y praxis han estructurado un hacer terapéutico de superlativa riqueza.
“Re-conocer” implica aproximarse desde diferentes perspectivas, dar un sentido particular a lo conocido; así y frente a la creciente importancia en relación con su papel de integración de las ciencias biomédicas y de las ciencias sociales, la Psicomotricidad ha ganado un merecido espacio en el abordaje de variadas problemáticas de salud.
Dicha relevancia radica en que su conocimiento y práctica se hallan directamente vinculados con el desarrollo del sujeto, en tanto a esta disciplina le interesa el cuerpo y sus producciones, porque es a través de la vía corporal que la persona domina la realidad y despliega sus posibilidades motrices, expresivas y creativas.
La Psicomotricidad posee como objeto de estudio al cuerpo de un sujeto en sus componentes biológicos, psicológicos y sociales. El cual es tomado como instrumento de acción, relación y pensamiento, que le permite al mismo tomar conciencia y tener dominio de sí en la medida en que se relaciona con los Otros, con los objetos y con el medio que lo rodea.
Así la Psicomotricidad desde una perspectiva integral, pretende por la vía corporal y del movimiento que el sujeto adquiera habilidades gradualmente más complejas, a la vez que intenta favorecer el mayor rendimiento funcional, el autovalimiento y la máxima expresividad psicomotriz; para lo cual el cuerpo es utilizado como medio de comunicación e intercambio con el entorno.
El abordaje singular de la Psicomotricidad apela a una perspectiva integral. Terapeuta, partenerir simbólico que desde un rol –también singular-, acompaña, sostiene, presta su cuerpo para un hacer conjunto. Posicionamiento en el que el análisis de lo acontecido a posteriori en cada sesión determina y redirecciona la praxis profesional.
Si el terapeuta ofrece un objeto tan sencillo como un aro y analiza lo que significa en cada acción, se vislumbrará que para algunos se convierte en una casa, un recorte del espacio continente y busca refugio en él; para otros tiene voluntad kinética y lo van a hacer rodar: es giro, es vértigo, y necesita acompañarlo por el espacio; otros niños lo convertirán en una herramienta de caza, que usa para poder acercarse al otro e iniciar una relación. Un mismo aro se multiplica de todas estas y otras tantas formas. Y poder trabajar con esas diferencias confiere riqueza a la labor del psicomotricista. Por ello, es importante su rol como constructor de una semiología específica en la corporeidad y en las acciones de cada persona.
Sabiendo que el comportamiento no es sólo consecuencia de la maduración, sino que en él se imbrican procesos de origen biológico, psicológico y social; el psicomotricista puede actuar de modo preventivo en las diversas edades del desarrollo de un sujeto acompañándolo en cada etapa, ya que el desarrollo psicomotor denota las singularidades de un proceso de constructividad en el que interjuegan aspectos relativos al equipamiento como así también aquellas cualidades que remiten a la relación del propio cuerpo y el Otro.
Frente a lo expuesto: ¿Qué ocurre cuando dicha constructividad no tienen lugar del modo adecuado? El síntoma psicomotor emerge como respuesta donde el sujeto da a ver por medio de su cuerpo las falencias de dicho proceso de construcción. Es allí donde la intervención clínica de la psicomotricidad se hace indispensable.
(*) Lucila Brusasca
Licenciada en Psicomotricidad
Licenciada en Educación Especial
Acompañante Terapéutico
MP 10897
Licenciada en Psicomotricidad
Licenciada en Educación Especial
Acompañante Terapéutico
MP 10897
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